
La fotografía reimagina un famoso cuadro del siglo XIX de cosacos radicados en el centro de Ucrania, con soldados ucranianos actuales en lugar de los legendarios guerreros.
Parece una serena instantánea del campo de batalla ucraniano: un grupo de soldados acorazados están reunidos alrededor de una mesa improvisada llena de comida y juegan naipes. Algunos se ríen o fuman, y otro está tumbado en el suelo, sonriendo mientras revisa su teléfono.
La fotografía no se parece a otras del frente ucraniano que han conmovido a la población de Ucrania a lo largo de la guerra: no hay cañonazos, ni soldados saliendo de las trincheras, ni combatientes heridos con caras contorsionadas por el dolor.
Aun así, durante el último año, la imagen ha sido ampliamente compartida en internet por los ucranianos y elogiada por los funcionarios del gobierno, quienes la expusieron recientemente en el principal centro de exposiciones de la capital porque ha conectado con el corazón de la lucha por la identidad ucraniana provocada por la invasión rusa.
La fotografía —escenificada y tomada a finales de 2023 por el fotógrafo francés Émeric Lhuisset— reimagina un famoso cuadro del siglo XIX de cosacos radicados en el centro de Ucrania, con soldados ucranianos actuales en lugar de los legendarios guerreros a caballo. Las poses y expresiones de los soldados son las mismas, aunque las espadas han sido sustituidas por ametralladoras.


El tema está en el centro de una guerra cultural entre Rusia y Ucrania, que se ha intensificado desde que Moscú lanzó su invasión a gran escala hace casi tres años y en la que los ucranianos han tratado de reclamar y afirmar una identidad que Rusia dice que no existe.
El cuadro ha sido reclamado tanto por Ucrania como por Rusia como parte de su patrimonio. No solo representa a cosacos, un grupo que ambos países consideran propio, sino que también fue realizado por Iliá Repin, un artista que nació en lo que hoy es Ucrania pero que realizó gran parte de su obra en Moscú y San Petersburgo, entonces capital del Imperio Ruso.
Es una batalla cultural dominada durante mucho tiempo por Rusia. La versión más famosa del cuadro se exhibe en San Petersburgo, mientras que otra menos conocida se encuentra en Járkov, al noreste de Ucrania. Repin ha sido calificado como ruso en exposiciones internacionales, lo que frustra a los ucranianos, que lo consideran uno de los suyos.
Pero la invasión rusa a Ucrania ha motivado a instituciones como el Museo Metropolitano de Arte a reconsiderar esta clasificación y a etiquetar a Repin como ucraniano.
Con su reinterpretación fotográfica, Lhuisset pretende desafiar aún más la narrativa rusa trazando una línea directa entre los cosacos, que en ocasiones se resistieron al dominio de la Rusia zarista, y el actual ejército ucraniano.
“No se puede entender esta guerra si no se entiende todo el tema de la apropiación cultural”, dijo Lhuisset, de 41 años, en una entrevista reciente en la capital de Ucrania, Kiev. “Se trata de una verdadera guerra cultural”.
El cuadro, Cosacos zapórogos escribiendo una carta al sultán Mehmed IV de Turquía, es conocido para la mayoría de los ucranianos, y hay reproducciones en muchos hogares. Muestra a un grupo de cosacos de una zona situada en la actual región de Zaporiyia, en el sur de Ucrania, riendo a carcajadas mientras escriben una respuesta burlona a un ultimátum de rendición del sultán en 1676.
Una porción de la región de Zaporiyia está ahora bajo ocupación rusa. El resto ha sido objeto de crecientes ataques aéreos rusos en los últimos meses.
Aunque los historiadores afirman que lo más probable es que la escena representada nunca tuviera lugar, el sentimiento de desafío que transmite ha resonado profundamente en Ucrania.

“Este cuadro fue para mí un elemento de formación de la identidad propia”, declaró Tetyana Osipova, de 49 años, una militar ucraniana que aparece en la fotografía. Recordó que su abuela había guardado una pequeña reproducción “en un lugar de honor” cerca de los iconos cristianos ortodoxos de su casa, donde servía de recordatorio para “defenderte a ti misma”.
Lhuisset dijo que comprendió por primera vez el significado del cuadro cuando estuvo en Kiev durante el levantamiento de 2014 que derrocó al presidente pro-Kremlin. Recuerda haber visto a manifestantes sosteniendo pancartas con reproducciones de la obra de arte para simbolizar “su voluntad de no rendirse, de no someterse”.
De vuelta a Francia, el cuadro se le olvidó.
Hasta que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022.
Lhuisset se inspiró en una noticia sobre el desafiante mensaje de radio cargado de improperios de un guardia fronterizo ucraniano a un asalto naval ruso que se aproximaba. La insultante respuesta le recordó inmediatamente el cuadro.
“Para mí, era la respuesta de los cosacos al sultán”, dijo. “Parecía cegadoramente obvio”.
Decidió capturar este espíritu de desafío recreando el cuadro de Repin en un escenario moderno. Pasó meses negociando con el ejército ucraniano para conseguir que las tropas armadas posaran para la fotografía y encontrar un lugar seguro, al norte de Kiev, para escenificarla. Algunos soldados vinieron directamente del frente, y sus rostros bigotudos evocaban a los revoltosos cosacos.
“¡Parecían salidos del cuadro!”, declaró Andrii Malyk, jefe de prensa de la Brigada de Defensa Territorial 112 de Ucrania, que participó en el proyecto.
Lhuisset quería que la fotografía fuera lo más parecida posible al cuadro. Dispuso meticulosamente a la treintena de soldados, les colocó las manos en la posición correspondiente y les pidió que se quedaran congelados en estallidos de risa para reflejar la energía de la escena original. Los objetos del cuadro se sustituyeron por equivalentes modernos: un gorro se convirtió en un casco, un mosquete en un lanzacohetes y una mandolina en una bocina portátil.
Un dron sobrevuela el cielo, un guiño a los aviones sin tripulación que se han hecho notar en el campo de batalla.
Lhuisset publicó la fotografía unos días después en las redes sociales, y rápidamente fue adoptada por los medios de comunicación y los funcionarios ucranianos como emblema del espíritu independentista del país. El Ministerio de Defensa ucraniano publicó la imagen en la plataforma de redes sociales X con la leyenda: “La sangre cosaca corre por nuestras venas”.
Para los ucranianos, la fotografía sirvió para reivindicar una obra maestra que, según ellos, ha sido atribuida erróneamente a Rusia durante mucho tiempo, a pesar de sus raíces ucranianas.
“Algunas personas piensan que el cuadro es ruso, no ucraniano”, dijo Eduard Lopuliak, un médico de combate que aparece en la fotografía. “Es una forma de recordarles que es nuestro patrimonio cultural, no el de Rusia”.
Rusia, por su parte, afirma que Repin es un pintor ruso y que toda su obra debe considerarse rusa.
El pintor nació en lo que hoy es Ucrania y estudió arte allí antes de trasladarse a San Petersburgo para desarrollar su carrera. Oleksandra Kovalchuk, subdirectora del Museo de Bellas Artes de Odesa, afirmó que Repin mantuvo fuertes lazos con Ucrania a través de amigos de allí y su apoyo a artistas ucranianos. Para representar a los cosacos con autenticidad, viajó por todo el país y colaboró estrechamente con historiadores locales.